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Después de 4 y antes de 6

Cuatro largos meses han pasado y hemos experimentado diferentes emociones a raíz de la pandemia, pero creo que a esta altura del camino, el Covid nos ha quitado mucho más que la salud o la libertad. El futuro se muestra incierto.  Cada día escuchamos las noticias o los reportes del Gobierno y nos damos cuenta de que cada persona se comporta ante la pandemia según su realidad de vida. Desde los que se muestran siempre optimistas y hablan de resiliencia como disco rayado, hasta los que sienten ira o tristeza por no poder solucionar su situación.  Y es que a mi parecer, nadie debería dar consejo de cómo sentirse, porque la forma de ver las cosas depende del contexto en el que se vive, basta con escuchar y ser empático. Ahora bien, en el sector educativo la situación ha expuesto lo que era un secreto a voces, el abismo entre lo privado y lo público.  La educación pública ha intentado salir a flote y los colegas han dado la milla extra para lograrlo, porque el rezago va más allá de

Las clases virtuales

En estos momentos en que los espacios de educación formal se han trasladado a la intimidad del hogar, tanto docentes como estudiantes se han visto enfrentados a un sinnúmero de cambios repentinos, teniendo que adaptarse de forma precipitada. Es así como de un día para otro dejamos de estar en las aulas para pasar a un escritorio y poder continuar con la enseñanza.  Olvidamos eso de mantenernos la mayor parte del día de pie y en un puro corre-corre para quedarnos sentados por horas, planificando lecciones con todo tipo de recursos y plataformas. Los cambios en las directrices son constantes porque esto nos tomó por sorpresa a todos, nadie esperaba tan pronto tener que mirar a una computadora para dar una clase y sin los abrazos y los besos de nuestros chicos, el motor de nuestro trabajo. Es entonces cuando surgen las famosas clases virtuales, esas que desde hace un mes nos han puesto de cabeza, porque representan el mayor de los retos para muchos y la oportunidad de crecimiento